Apego seguro y cómo fomentarlo
El apego seguro es la mejor garantía para que los niños tengan una infancia sana y una adultez serena. En función de cómo nos vinculemos con nuestros padres o cuidadores vamos a poder establecer mejores relaciones en nuestra etapa adulta.
Si alguna vez os habéis preguntado qué es el apego seguro, por qué es importante y cómo puedes facilitar la aparición de un apego seguro desde Escuela Infantil Bambi hemos redactado este artículo donde resolveremos cuestiones claves relacionadas con el vínculo afectivo:
El apego es un tipo de vínculo que refleja el lazo afectivo duradero que se establece en el espacio/tiempo entre el bebé y el cuidador. El apego seguro se determina por la presencia de una persona en la vida del niño capaz de mostrarse sensible y atento a las necesidades del niño. Además, esta persona se muestra empático y favorece la experimentación de emociones.
El apego seguro o sano se caracteriza por:
- El niño se esfuerza por mantener la proximidad con su referente.
- Busca el contacto físico y emocional de manera repetida en el tiempo.
- Se siente más seguro para explorar cuando tiene cerca a su figura de apego (padres, tutores, maestra…)
Los niños que han experimentado el apego seguro durante el primer año y medio de vida desarrollan una mejor autoestima, confianza y autonomía a lo largo de su vida. Estos niños presentan mejores aptitudes para gestionar sus emociones y más seguridad en ellos mismos.
Además, a nivel social, estos niños mantienen relaciones más saludables. En función de la calidad afectiva que le aporten sus padres, ellos tendrán más posibilidades de llegar a tener una vida plena y equilibrada.
Algunos aspectos claves para definir un apego seguro son:
- Definir una figura de apego.
Tener una figura de referencia, para llegar a tener una base segura interna le dará control sobre el mundo que le rodea.
- Sintonizar emocionalmente con el niño.
El adulto ha de ser capaz de entender los estados mentales del bebé, esto implica tratar de averiguar lo que le ocurre en el menor tiempo posible. Así se podrá dar respuesta a su necesidad y el niño se sentirá reconocido y atendido.
- Repetir las experiencias de apego.
Aunque es muy importante la calidad de las interacciones con el niño, la cantidad será determinante. La repetición de las experiencias de apego (pasar tiempo con el bebé) van a solidificar las redes neuronales afectivas.
- Aceptar al niño tal y como es.
La aceptación consiste en diferenciar al niño de su comportamiento. Que se haya comportado mal no significa que sea un “niño malo” o que se le pueda etiquetar.
- Evitar la sobreprotección.
Es normal que ciertos peligros provoquen en los padres emociones como: miedo, ansiedad o enfado. Sin embargo, es importante que el adulto acepte sus propias emociones para no transmitirlas al niño.
- Poner palabras a lo que el niño siente, piensa o hace.
No se trata de imponer el pensamiento del adulto sino de reconocerle como una persona independiente. Recordemos que los niños también tienen: deseos, emociones e intenciones propias. De esta manera le ayudaremos a comprenderse para que pueda llegar a regularse el mismo.
- Establecer normas y límites adecuados desde que los niños nacen.
Es importante establecer conductas y respuestas consistentes. Adelantar y hacer predecible qué se espera de él y lo que está o no permitido. Por ejemplo, si el niño tiene una rabieta poder atenderlo de la misma forma cada vez.
Por todo lo mencionado anteriormente y tal y como os comentamos en la reunión de inicio de curso, para nosotras es fundamental dedicar el tiempo que sea necesario para establecer este apego seguro del alumno/a hacia su maestra y un vínculo afectivo sólido hacia sus compañeros para favorecer un clima de seguridad en el aula que permita a nuestros pequeños sentir la curiosidad que permitirá, no solo desarrollarse de una forma equilibrada, sino también abordar nuevos aprendizajes.
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